Entrevista con Lucrecia Dalt
Doblarnos sobre la identidad para ampliar nuestra mirada.
La carrera artística de la colombiana daba inicio tras una breve estadía en Medellín, desempeñándose como ingeniera civil para una compañía geotécnica. Tras cambiar los planos por destellos armónico-melódicos, el sonido de Lucrecia Dalt encontraba sus primeros pilares al interior de la música electrónica. Etapa en la que haría sus primeras incursiones de estudio vía Series Records y Pruna Recordings.
Tras mudarse a Berlín, y llegado 2012, la productora se introducía a una nueva etapa decididamente solista. Guiada por la independencia creativa, el impulso ganado y la latinidad exacerbada al filo de los paisajes europeos, cada lanzamiento parecía empujar los límites del anterior. Desde ‘Commotus’ (2012), pasando por ‘Syzygy’ (2013), ‘Ou’ (2015), ‘Anticlines’ (2018), ‘No Era Sólida’ (2020) hasta, más recientemente, ‘¡Ay!’ (2022).
El vanguardista conjunto de influencias al interior del LP (lanzado vía RVNG International) le valieron los laureles de la prensa internacional, las palmas del público de nicho y un alcance mucho mayor dentro de la sónica contemporánea. Así, y con motivo de su próxima presentación al interior del Foro Indie Rocks!, nos dimos a la tarea de conversar con la artista sobre su sentir post release, el devenir de su identidad artística y los retos al transportar el maximalismo sonoro del material a un formato concertísticamente realizable.
Ha pasado casi medio año desde el lanzamiento del LP. ¿Cómo te sientes a punto de pisar México como parte de la Semana Indie Rocks 2023?
LD: ¡Muy contenta! Siempre que voy a México me siento bienvenida, querida. Tengo mucha gente cercana en el país. Y, no sé, creo que la mayor respuesta y resonancia con el disco la he sentido ahí, a comparación de otros lugares en Latinoamérica. Obviamente me hace querer ver cómo funciona todo en directo.
Supongo que influye la gama de recursos sonoros a los que estamos expuestos al crecer en esta parte del continente, específicamente en la Ciudad de México donde hay mil cosas ocurriendo en todo momento. La sensación en el tracklist de ‘¡Ay!’ no es muy distinta; pasas del jazz al ambient, a la electrónica, a los sonidos caribeños y el post sound.
LD: Creo que se trata de esa complejidad nuestra como Latinoamericanos, cosa que sale a relucir cuando estamos fuera. Nos dejamos invadir todo el tiempo por tanta música, tantas influencias, además de que crecimos con una riqueza artística brutal, creo yo. El álbum, en parte, trata de reconocer todo eso. Es pensar cómo puedo poner tantas cosas en un mismo lugar, no solo a nivel musical sino conceptual; todas estas ideas que han moldeado mi forma de ver el mundo, mi forma de ser como artista. ‘¡Ay!’ ha sido el trabajo en el que más esfuerzo he puesto para incluir esta suerte de acumulación.
Creo que al estar consciente de todas estas líneas es -más o menos- fácil extraviarse; una globalización del interior. ¿Cómo logras balancear todas estas influencias sin perder el sentido de aquello que te compone artística y personalmente?
LD: Va de perderse y reencontrarse constantemente. Pienso en cuando me mudé a Berlín, quizá hallé otra forma de identidad con la que resonaba. A la vez va pasando el tiempo, surgen los recuerdos, te invade la nostalgia y lo que quieres es agarrarte de otra cosa… como que vas torciendo la mirada y encontrando posibilidad. Se convierte en un ejercicio de honestidad brutal, decir “Sí, soy todas estas cosas” mientras hago un pequeño filtro de todo lo que me compone. Puede que en el futuro me vaya por otro lado, eso es lo que me gusta a mí en el arte; cautivarme por distintas posibilidades.
Con esto en mente, ¿cómo describirías tu momento actual?
LD: No lo sé [ríe], creo que está muy atravesada por mi momento personal. Es una sensación de sinceridad, tranquilidad también. Decir “Esto es lo que quiero hacer”, ir por ello y ya está. Y, claro, tener la suerte de tener un respaldo alrededor de todas esas decisiones. Me siento como… muy feliz, la verdad [ríe]. No sé si es la respuesta que estabas buscando.
Cualquier otra sensación respecto a lo que dedicas la mayor parte de ti vida sería preocupante ¿no crees?
LD: Bueno, todos los artistas pasamos por muchos momentos. Vivimos en una lucha constante por saber hacia dónde vamos, es un proceso que viene de la experiencia. Al mismo tiempo sentir que es un trabajo, que tienes la oportunidad de mostrarlo, de girarlo, de tocarlo, te trae mucha más satisfacción.
Regresando a tu futura presentación en suelos nacionales, ¿cómo adaptarás todos los pequeños arreglos que conforman el álbum? Pienso que tener una mini orquesta sobre el templete no es tu primera opción.
LD: Es una versión mucho más minimalista. Somos un percusionista, yo y el procesamiento de cada sonido. Sigo teniendo la estructura que tenía antes, consciente de la acústica de cada lugar, utilizando diferentes estrategias para expandir un poquito más las posibilidades de todas estas conexiones sonoras. Funciona muy bien en este formato reducido.
Será un gran contraste con la producción de estudio, cada track parece siempre tirar a más; un detalle adicional, un guiño sonoro extra.
LD: El LP era justamente dejar plasmado esta intención maximalista, el directo es tomar todos esos elementos y reducirlos a su mínima expresión. Logrando que, de alguna manera, se expandan.
Supongo que esta expansión mediante los sonidos desembocará en otro tipo de conexión con tu audiencia y contigo misma como intérprete ¿cierto? ¿Cómo te sientes al respecto?
LD: Totalmente. Hay canciones que se han ido transformando durante este proceso, cortes que se extienden, que tienen momentos mucho más abstractos antes de volver. Se trata de mantener esa posibilidad abierta, sin necesidad de hacer las canciones tal cual como fueron grabadas. Siempre me ha gustado tener la opción de improvisar un poquito, mantener ese espacio expresivo y conectar a través de la voz. Es un trabajo constante por estar presente.
Alex (Rodriguez), a quien me fascina ver porque es un percusionista realmente especial, tiene unos montajes muy particulares. A veces parece que no fuera a llegar porque tiene los tambores a unas distancias muy extrañas [ríe]. Su interpretación se convierte en una suerte de flamenco raro, muy expresivo.
A lo largo de '¡Ay!' vimos la Tierra a través de los ojos de Preta, protagonista e impulso conceptual del material. ¿Dirías que esta dimensión adicional, alcanzada mediante el transporte de la música a un acto en vivo, es parecido a vivir tu música mediante los de un ser ajeno a ti? El sonido de Dalt desde Preta ¿quizá?
LD: Yo siempre hago ese ejercicio de alterar un poquito el punto de vista, igual a la metáfora del disco. Averiguar cómo empieza a mirarse todo si desplazo el centro de subjetividad. Creo que es algo natural estando sobre el escenario, tu subjetividad se ve completamente alterada, no es tu forma normal. Te sientes nervioso, ansioso, emocionado, es una gran cantidad de sensaciones mega concentradas. Te sientes brutalmente anclado al presente. Para mí es de los pocos momentos en que pienso "Estoy aquí" y voy, minuto a minuto, segundo a segundo, reaccionando a todo lo que me rodea. No digo que esté operando desde Preta o algo así, pero sí tiene ese carácter diferenciador, esa sensación de ser alguien más. La Lucrecia que está tranquila en casa, que no hace mucho más que componer [ríe], la dejo ahí; en vivo sale otro personaje.
Tras esta cálida impresión sobre tu presente, ¿cuál es el siguiente paso para tu proyecto?
LD: Este año va casi todo sobre mostrar el disco, tocarlo en directo y perfeccionarlo cada vez más. A partir del año entrante empezaré a pensar en lo que sigue, algo más, algo distinto. Ya di los primeros pasos, únicamente en texto de momento.
Ha sido genial platicar contigo Lucrecia, ¿alguna recomendación para prepararnos previo a tu show?
LD: Yo creo que estar ahí para mí ya es suficiente [ríe]. Escuchar, disfrutar, bailar si quieren, cantar. Estoy súper abierta y me parece bonito ver con naturalidad lo que cada público expresa.
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