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Entrevista con Diles que no me maten


Uno de los mejores secretos de la escena underground mexicana es Diles que no me maten, el quinteto mexicano fundado en 2017 han hecho con su sonido un enredo de melodías progresivas, que con un lirismo que asimila un poesía contemporánea, son la combinación perfecta para un viaje surreal entre atmósferas de belleza caótica. Después de que su primer EP, Cayó de su Gloria el Diablo, deambulara como una joya perdida en Bandcamp; la agrupación mexicana ha publicado finalmente su álbum debut y Edificio es una colección de canciones que oscilan entre lo corrosivo, una psicodelia inusual y prosas enajenadas: para producir una genialidad industrial, un manifiesto en distorsión que es completamente magnético. Conformada por Jonás Derbez (voz), Andrés Lupone (bajo), Jerónimo García (guitarra), Gerardo Ponce (guitarra) y Raúl Ponce (batería y percusiones), estos chicos han logrado llamar la atención de la ciudad y el público mexicano, resonando con su sonido demencial y lisérgico. Platicamos con ellos, en una tarde de cuarentena y días después del lanzamiento de Edificio, para conocer la historia del proyecto, la dualidad caótica y pacifica de su lirismo, su proceso creativo y viajes a islas desiertas. Los hermanos Raúl y Gerardo Ponce son los pioneros en el proyecto, que en su viaje de experimentación y escribiendo historia “empieza con la idea de tener una banda, un proyecto musical. Así que comenzamos a tocar con diferentes personas” - menciona Raúl, “somos de la idea de que la improvisación es muy importante y que las personas con las que también tocamos debían compartir el mismo ideal”. Con una vida y miles de memorias de por medio, la colaboración para generar sus propios sonidos, va desde niños. “Yo a los 13 y Raúl a los 10, jugábamos hacer música y fue con el tiempo que nos fuimos entendiendo mucho más. Hemos tenido un vínculo musical por bastante tiempo, que hace que nos entendamos, a veces no hablando, solo simplemente tocando”, agrega Gerardo. Ha sido un viaje y coincidir en un tiempo, espacio y energía musical es fenómeno especial, de hacer vibrar desde las entrañas de la ciudad y jugar con el sonido. Es un hilo eterno que nos conecta a todos: a un bajista que vive en Berlín, el resultado de los contactos en la búsqueda, de tu vecino de edificio o simplemente, un vínculo familiar. Los Diles que no me maten, han recorrido un viaje y han logrado coincidir en un tiempo, espacio y energía musical, que hace vibrar desde las entrañas de la ciudad y jugar con el sonido que llega a nuestros oídos. Para Raúl, “todo el proceso ha sido muy orgánico, paso por paso y sin tener claro hacia dónde vamos, pero creo que descubrirlo es parte del proceso”. -¡Díles que no me maten, Justino! Anda, vete a decirles eso. Que por caridad. Así díles. Díles que lo hagan por caridad.

La banda que toma nombre de uno de los clásicos de Juan Rulfo, comienzan a crear obras de arte y transformarlas a su manera, a distorsionarlas. “Es un nombre muy impactante. En algún momento creí que era parte de la unión de la banda no haber leído el cuento, porque nadie lo había hecho”, dice Jonás, “o sea, es cuentazo y ‘Juan Rulfo’ es un gran escritor. Además, es una frase muy cargada de significado: en cinco palabras y tres sujetos crean una situación complicada, crea una imagen”. A pesar de que el significado varié para cada miembro de la banda, no quita el hecho de que es un nombre lleno de fuerza e inolvidable. “Nos hacía mucho ruido y es una frase muy pertinente para cualquier época; ahora que ya he leído el cuento, tiene mucho más sentido” - comenta Gerardo. Del misticismo y la magia acida que se pierde en guitarras oscilantes, decibeles que navegan en la sangre del shoegaze, de un kraut corrosivo y esencia industrial, viene de la mano con un lirismo poético, juegos de palabras filosos que comienza a asechar tu mente. “La música y la poesía siempre han estado unidas; nacieron juntas y crecieron juntas durante mucho tiempo” - comenta Jonás, “cuando escribo poesía es como la extracción, o la conclusión, de mis ideas en un momento. Son muchas cosas que se juntan en la cabeza, pensamientos, sueños y todo lo que se me ocurre”. “Me imagino que la música es un vínculo muy eficiente para expresar los momentos de los que no tenemos tanta paciencia; porque creamos una imagen y un contexto, que a la vez, también puede no tener sentido” -agrega Jerónimo. Para una banda que genera su propio lenguaje, que escupe palabras con una singularidad llameante y deja a la mente llenar los hoyos de lo subjetivo; es un fenómeno que se debe analizar con detenimiento y Jonás tiene una facilidad para el hechizo lírico. “Junto con la música puedes llegar a compartir un mensaje muy claro, muy profundo y muy sincero. La poesía se queda en la cabeza, son imágenes interrelacionándose y cada uno llena esas ideas con sus sensaciones. El mundo es de otros,

ciudades de otros,

palabras de otros,

momentos rotos,

el mundo es de otros.

Con la improvisación y experimentación realizadas como un ritual casi religioso, han sido las melodías demenciales e inesperadas las que han puesto a Diles que no me maten bajo los reflectores de la escena independiente mexicana. Su primer material, Cayó de su Gloria el Diablo, es definido por Jonás como: “una improvisación y anotaciones para dejarse llevar entre frases”. Ahora con un esperado álbum debut, Edificio es una atmósfera sombría compuesta por cinco canciones de energía lisérgica y líneas sublimes; “es un trabajo de jams en el estudio: tocando y creando una sin energía hasta que cuaja una idea” -comenta Raúl. “Cuando ensayamos, muchas veces tenemos que improvisar y es una cosa difícil. En la improvisación vives el presente de cada canción”, agrega Jerónimo, “para ‘Edificio’ tuvimos que grabar y estructurarlas las canciones antes, hacerlo desde el exterior, y para nuestro proceso musical era algo súper distinto”. Como resultado, una odisea dinámica de 36 minutos que hace girar tu cabeza una y otra, y otra vez, te pone los pelos de punta; es un efecto estrepitoso completamente adictivo, generado por una mezcla instrumental y una nueva dinámica sonora, entre lo análogo y cuerdas surreales. “La expresión de la música siempre requiere de la experimentación, no hay que limitarse.” - dice Gerardo, “es ver los instrumentos desde otra perspectiva”. “Somos conscientes del viaje de la improvisación, que con instrumentos acústicos y análogos se producen resultados muy diferentes”, continúa Jerónimo. Fusionando los elementos creativos, han logrado hacer sentir las vibraciones de su música y jugar con melodías resultantes del pasado, como una caja que emite sonidos volátiles y místicos, “como el armonio, es una cosa especial, un instrumento extraño que suena como un sintetizador, pero hace que el sonido sea físico y que no requiera de ninguna amplificación electrónica”, agrega Jonás. La música se encuentra flotando en el limbo de una pandemia y las emociones son mixtas, incontrolables y a veces hasta ajenas. “Estamos sacados de onda, como mucha gente. El futuro se volvió muy incierto y se ha vuelto una situación muy nebulosa”, comenta Raúl. Ahora con nuevo material afuera, Diles que no me maten se ha presentado al mundo en tiempos de cuarentena y ha comenzado a sacudir las mentes de los capitalinos. “No sabíamos como la gente iba a reaccionar y ahora hemos recibido mucho cariño, recepción positiva, y a mí eso me sorprende, me emociona”, dice Gerardo.

“Es un tiempo de escuchar las cosas con detenimiento y verse reflejados, que encuentren algo de ellos también en este material” -agrega Jerónimo. “La cuarentena es muy monótona para la mayoría de las personas, y es un momento para descubrir cosas nuevas que ya estaban ahí. Es el momento perfecto para escuchar música con atención y está muy chido que alguien se quiera echar un disco, de una banda mexicana, y que le termine gustando”, continúa Jonás. Sin embargo, la situación no los deja en pausa y los sueños de ser imparables continúan, para seguir conquistando a la histeria colectiva, “nosotros estamos jugando mucho con la música ahorita, y viendo hacia dónde vamos a construir” -concluye Gerardo. De esencia improvisada, coincidencias experimentales, lirismos delirantes y agríos, sonidos moleculares que cambian entre ambientes, lo post-industrial, un caos de ensueño y una locura vanguardista, Diles que no me maten continuarán siendo una de esas bandas que no hay que perder de vista porque se pueden comer el mundo en un parpadeo. Ni tú ni yo sabemos nada, pero con Edificio, el quinteto nos deja cruzando los dedos por descubrir más de sus nuevas hazañas.

Conociendo más a Diles que no me mate…

Un clásico de Vibras: sí su música pudiera ser un animal, ¿cuál sería y por qué?

Raúl: Yo creo que tendría que ser un alebrije, o una mezcla de muchos animales a la vez porque no podría escoger solo uno.

Gerardo: Un camaleón es bueno.

Raúl: Pues sí, animales que tratan con el ambiente y sobreviven a través de él. ¿Cuál es su palabra favorita?

Jonás: A mí me gusta mucho la palabra ‘átomo’.

Jerónimo: ‘Metro Misterio’ es mi palabra favorita.

Gerardo: Podría ser, solo por lo que significa: ‘improvisar’.

Raúl: Yo no tengo, la verdad. ¿Qué se llevarían a una isla desierta?

Jonás: Me llevaría a un amigo, es muy necesario para mí.

Jerónimo: Un piano, aunque se jodería con la arena.

Gerardo: Probablemente, un piano porque es de los instrumentos más versátiles.

Raúl: Una guitarra.


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