Muse en el Foro Sol
Fotos: Alan Cortes | @alancortest
Aunque la historia de Muse parecía algo del pasado, han regresado a la Ciudad de México para demostrar lo contrario: en una fantasía futurista y un show impresionante, no hay duda que han hecho con un música un fenómeno legendario. Nos adentramos en una visiones más distópicas, de una compleja ciencia ficción para hacer explotar el suceso de Simulation Theory, de escenarios brillantes y producción llamativa de una realidad virtual retro-futurista, hasta súper estrellas que descifran códigos y virus maléficos con una magia del siglo XXI. Eso señoras y señores, es el efecto que aún Muse ocasiona en la gente.
3… 2… 1… Los gritos incrementaban con intensidad, la atmósfera se saturaba de misterio y comienza a sonar “Algorithm”, el concierto había comenzado y parecía como un salto a otra dimensión. Una marcha orquestada aparece con trajes neón, Matt Bellamy en el escenario y con una guitarra distorsionaba, el público palpitaba por completo y las percusiones alteraban el sistema nervioso. “Pressure” y “Psycho” inundaron de energía el venue, sus luces parpadeantes visuales futuristas funcionaban como un viaje espacial, se anticipaba la energía para hacer explotar los versos que raspan hasta la garganta y coordinar las palmadas se coordinan al son del par de baquetas de Dominic Howard.
“Break It to Me” se transforma en un pequeño respiro dentro de esta travesía, lo transforma en un viaje más sombrío, de paulatinas luces y voces más oscuras que causan escalofríos. Subiendo los decibeles y en el nivel máximo de intensidad, “Uprising” pinta el escenario de color rojo, Chris Wolstenholme con sus potentes líneas de bajo tiene ese efecto en la gente para orquestar a todo el público a lo unísono y fácilmente volver una experiencia eufórica al escuchar esta canción en vivo. A lo largo del set, el oscuro ejército de bailarines de Muse acecha el escenario, dispara cañones de humo y luchan contra una amenaza de cyborg que se aproxima.
La pantalla comienza a fallar, en diferentes idiomas y tipografías fueron lo que le dieron inicio a “Propaganda”, con sus chasquidos sutiles y vocales más suaves te derretían en su dinámica de dinamita pura. El humo transciende en silencio, Matt Bellamy con tan solo una plumilla y su guitarra comienza a raspar las cuerdas, el mundo enloquece y comienza a sonar un clásico de Muse, “Plug In Baby” trae la nostalgia a los más grandes fans que se sabían la canción de principio a fin. Dando un giro ambiental, comienza un cinemático interlude, “Pray (High Valyrian)” es un breve viaje al espacio en doble exposición con percusiones flotantes.
Matt Bellamy, Dominic Howard y Chris Wolstenholme funcionan a la perfección para escapar de la realidad, te suspenden en un oráculo fugaz y su fantástica conexión con el público, se comunica en sus visuales en glitch alterados al momento y su sonido suspendido en un oráculo fugaz; frente a miles de personas cantado de regreso cada una de las letras de sus canciones. Flotando entre la gente, Matt Bellamy se convierte en un reflejo y lleva este juego de dimensiones a su mundo disco intergaláctico con “Supermassive Black Hole”.
Fue una odisea que no conoce límites, ni ambición o espacio alguno, con turbulencia entre guitarras con “Thought Contagion”, prendiendo al público en efecto eólico al sonar “Hysteria” o que en “The 2nd Law: Unsustainable” te perdían en un agujero negro con sus analogías de visuales. De los momentos más poéticos de la noche, “Dig Down” toma una versión más acústica, eléctricamente angelical, que al prender las linternas transformó la noche de luciérnagas alienígenas, con un coro espacial para dejar contemplar las notas piano, fue el clímax perfecto entre estrellas y constelaciones.
Creo que no somos conscientes de todas las canciones en las que Muse ha formado partes de nuestras vidas, entregándonos momentos y canciones inolvidables, probables himnos de una generación. “Madness” es un conjunto de destellos completamente magistral, armonizado por miles de voces y con ese solo de guitarra que cuestiona la realidad; “Mercy” es sentimiento en huracán y desboca graduales explosiones; “Starlight” causa un fenómeno irreal, es cuando el mundo en catarsis conoce la utopía, es una belleza. En transición, “Take a Bow” exige un momento de reflexión, en escena shakesperiana: reencuentra Matt cantando a un cráneo y con esta matadora metáfora, la noche cae en oscuridad.
Después de un encore instrumental, “Algorithm” vuelve a desenvolverse en la ambigüedad, y apropiándose de todo el escenario un esqueleto cyborg escapa de su realidad para hacer presencia en el Foro Sol, se hace omnipresente y se apodera del escenario a un nivel bestial. Realmente vuela tu mente dando la ilusión de que en cualquier momento podría tomarte entre sus garras y desaparecer; fue así como dan inicio a una odisea de canciones: “Stockholm Syndrome”, “Assassin”, “Reapers”, “The Handler” y “New Born”, fueron una tras otra en un hilo de energía pura, completamente imparables.
El destino final de nuestro viaje dimensional venía en armonía eufórica de “Knights of Cydonia”, un himno triunfal que gradualmente intensificaba sus percusiones, las luces se volvían más selectivas y era la última dosis de un derroche de potencia. Terminamos flotando en órbita, es un sentir de haber olvidado la realidad y una lucha para tratar de recordar este viaje surreal, perdido en una simulación. Muse ha realizado su presentación más ambiciosa, creando de esencia una atmósfera de otro planeta y una historia compleja que va más allá de lo musical o lo visual. Han reafirmado que siguen siendo leyendas y que sí existe una realidad alterna, una simulación technicolor, que solventa más allá que un futuro en distopía; que simplemente no son de este mundo y aún tienen mucho más que demostrar en este planeta.