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Sugar Candy Mountain en el Foro Indie Rocks!


Fotos: Misael Hiram | @el_hiram_

Cuando aún no inventábamos suficientes dioses ni filosofías la entereza de la espiritualidad recaía sobre una exploración, quizá poco consciente, de nuestro alrededor. Sumergir nuestros rostros entre el mar de lo natural y llenarnos los sentidos de lo hipercotidiano nos devolvería irremediablemente hacia nosotros, habiendo pasado por lo religioso en astros y tormentas el interior se mantenía como lo único lejano; el misterio de lo humano.

Hablar de ello es hablar de los sutiles accidentes pecado de estar vivos, cada acto sentido tendrá tantas almas como miradas haya capturado. Los conciertos se vuelven entonces una ráfaga de experiencias paralelas donde el sonido es su fantasma; el mundo prendido fuego, la madre dando a luz, el reencuentro con amigos, la psicodelia de piel traslúcida, el amor jurado eternamente y la transformación del público en la miel fundida al calor de las guitarras no son sino una pequeña parte de este espectro de experiencias nacidas de lo humano.

La caramelización de los escuchas daba inicio con la guitarra de Estrella del Sol acompañada únicamente por el bajo de Sebastián Neyra inundando el vestíbulo del Foro Indie Rocks! Mint Field optaría por un formato minimalista apoyando lo percutivo en las secuencias para regalar un retrato íntimo del shoegaze y soft ambient característico de los tijuanenses.

“Jardín de la Paz” nos daba la bienvenida entre sensaciones de trip hop y navajas melódicas abrumando en un inicio por la ausencia de baterista, idea que se diluiría después con el despliegue instrumental cortesía del dueto. La atmósfera caería en manos de “Delicadeza” seguida de “Nuevo Sol” logrando un primer hit de ensoñaciones armónicas desprendiéndonos de toda realidad.


El avance en el set fijaba nuestros oídos sobre el juego de sonoridades provenientes de los instrumentos, pasando del clean prístino en las seis cuerdas de Estrella al relámpago de distorsión en el que explotaba cada corte, fundiéndose uno a otro rebanados únicamente por el canto de la vocalista.

El despliegue del dúo continuaría con “Aterrizar” hilada a “Ojos en el Carro”, encontrando relief tras la marejada de slow core en “Natural” y “Sentimiento Mundial”, track que da nombre al último material de la agrupación.

La sensación de grito armonizado floreciendo a flor de piel, el feel sintético de la caja de ritmos peleando por imponerse sobre la naturaleza orgánica del soundscape y la capacidad del proyecto para llegar a estados de profundidad meditativa guiados por nada más allá del sonido, abrían dulcemente nuestra carne para recibir la marejada de psicodelia que estaba por venir.

Dedicando unas pocas palabras a la audiencia Mint Field daba cierre a su participación con una versión extendida de “Contingencia”, sacrificando todo hilo de musicalidad en pro del incendio hecho en overdrive hacia el final de la pista.


Acabada la primera mitad de la noche el stand by nos regalaba el espacio necesario para procesar la belleza en los visuales proyectados al interior del venue, materializando la sensación eléctrica que recorre el interior de nuestras columnas en una suerte de deleite multicolor, extendida desde el escenario hasta el cenit sobre nuestros cabezas.

Tras una breve introducción armónica Sugar Candy Mountain dejaba caer sobre los asistentes la primera bomba psicodélica vía “Playground Love”, ofreciendo una versión mucho más deslavada y disfrutable del corte original de Air. El retake sería la primera de las muchas libertades artísticas que tomaría la banda oriunda de Oregon, California, a lo largo de esta fecha de apertura en vísperas del festival Hipnosis.

La presentación del proyecto liderado por la guitarrista y vocalista Ash Reiter, junto con el baterista (y esposo) Will Halsey, sería el segundo show en vivo de los californianos tras el largo respiro forzado debido a la emergencia sanitaria, convirtiéndole por sí mismo en una ocasión más que remarcable. Aún con ello, el regreso del ahora cuarteto a escenarios se convertía en la punta del iceberg al detenemos a pensar sobre el presente vivido al interior del proyecto; llevando su vida como pareja a terrenos de la paternidad por segunda vez, experimentando en carne propia los incendios forestales durante 2020, sintiendo la agitación social en contra de la brutalidad policiaca y reencontrándose con sus compañeros de banda para interpretar los tracks escritos para Impressions (último álbum de la agrupación lanzado mediados de este año), lo que veíamos derretirse sobre el templete iba a mucho más allá del sacro espíritu psicodélico.


La presentación continuaría evolucionando sobre sí misma en colisiones casi ininterrumpidas de temas del pasado, presente y futuro de Sugar Candy Mountain. Joyas como “Windows” del 666 estrenado en 2016 o “Crystalline” del celebrado Do Right de 2018 resaltaban entre la metralla de groove y buena vibra, sin dejar pasar un nuevo tema de psych pop presentado por primera vez al público.

El avance del concierto nos alejaba cada vez más de la experiencia individual para fundirnos en un único mar de euforia caramelizada. Los riffs en bajo sustituyendo corazones por algodón de azúcar, la estridencia en el strum de las guitarras haciendo correr miel por venas, cada colisión de baqueta, platillo y tambor volviéndonos parte del trance dulcísimo brotando en cascadas multisabor de la gran montaña de azúcar. Sonido y psicodelia vueltos mundo frente a nuestros ojos.

El concierto cerraría en un estallido de encore prolongado soltando destellos de krautrock, ambient y flashbacks sesenteros, colocando la cereza sobre uno de los trips ultramelódicos más profundamente disfrutables que se hayan presenciado al interior del Indie Rocks! dejándonos más que preparados para el blast sonoro en los próximos días de Hipnosis.


 

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