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Portada: ‘Goo’ de Sonic Youth


Cuando pensamos en la música muchas veces enlazamos todo a alguna portada emblemática que se ha quedado en nuestra mente, incluso si es de un disco que pertenece a un género que no va del todo con nuestro agrado.

Asociar una imagen con una melodía e identificar con ella aspectos culturales de toda una época es algo prácticamente asombroso.

Por ejemplo, ¿quién no al ver la imagen de cuatro sujetos cruzar una calle en Londres trae a su memoria el Abbey Road? Ese es el poder de identificación ante una portada perfectamente hecha.

Y para ahondar en el tema, hoy estrenamos una nueva sección dedicada precisamente a las portadas más representativas de la historia.

Comenzamos con la del disco Goo de Sonic Youth, una de nuestras favoritas.

Sin duda, esta imagen ha sido una de las más versionadas y aclamadas no solo por su simplicidad, sino también por su genialidad.

Sin embargo, la historia de las personas que la protagonizan no es tan común, sino que inicia en la década de los sesenta en Manchester, donde existía una chica llamada Myra Hindley.

Myra era una adolescente con una vida bastante complicada en el ámbito familiar, ya que sufría violencia por parte de su padre, quien además era alcohólico y golpeaba constantemente a su hermana y a su madre. Pese a los obstáculos, Myra resultó ser una chica buena en la escuela y en el deporte, hasta que su vida tuvo un momento aún más desafortunado que nos lleva a una serie de sucesos terribles.

Un día, el mejor amigo de Myra decidió pedirle que lo acompañara al lago a nadar, pero ante la negativa de ella partió solo hacia su destino. Horas más tarde, en ese mismo día, Myra recibió la noticia del fallecimiento de su amigo a causa de ahogamiento.


A partir de ese momento nada volvió a ser igual para ella, ni siquiera el futuro prometedor que la esperaba.

La obsesión y culpa por la muerte de su amigo la llevaron a abandonar completamente la escuela, por lo que tuvo que buscar un empleo para subsistir.

Dada su falta experiencia y estudios, todos los trabajos que encontraba eran mal pagados y poco recomendables, hasta que después de una larga búsqueda encontró un empleo digno en una empresa de químicos, donde trabajaba nuestro siguiente personaje clave en esta historia: Ian Brady.

Myra lo conoció y según cuentan, se enamoró inmediatamente de él, sentimiento que no fue correspondido de momento por Ian, pero con el paso del tiempo y tras una noche de borrachera, ambos se enrolaron en una relación seria.

Ian era un joven con gustos particulares y aterradores. La violencia extrema era su especialidad y se había consagrado como un seguidor leal de la ideología nazi, además de que contaba con un pasado delictivo entre robos, peleas, tortura animal e incluso intentos de abuso sexual, una serie de acciones por las que Myra despertaría un profundo interés.

Poco a poco, sumado a los actos de violencia, Ian logró que Myra se adentrara en la literatura y teorías de pensamiento nazi, al igual que en aquellos libros prohibidos para la época como los del Marqués de Sade, los cuales fueron puestos en manos de la chica, quien obedecería todas las indicaciones de su novio hasta convertirse en una fiel seguidora y esclava sexual.

La relación ya degenerada comenzó a involucrar una serie de crímenes donde la pareja se dedicaban a lastimar, agredir torturar, violar y asesinar a los adolescentes de Manchester. El papel de Myra era en un principio muy simple, se dedicaba a llevar a las víctimas a algún lugar donde ya se encontraba Ian y allí ambos cometían los delitos. Con la locura en aumento, ella iba dejando crecer su papel en los asesinatos.


En 1965, Myra decidió proponer su habitación como escenario de un nuevo homicidio, pero a la mitad de éste, la víctima logró escapar bajando las escaleras para encontrarse con Maureen Hindley y David, hermana de Myra y su novio, quienes desconcertados vieron a Ian clavarle un hacha al joven herido y concretar el homicidio.

Con la casa manchada de sangre hasta el último rincón, David logró salir e ir a la policía a contar todo lo que había sucedido.

Tras la confesión, las autoridades se situaron en el lugar del asesinato y encontraron en la escena del crimen a los autores.

La prueba de todos y cada uno de los homicidios estaban perfectamente escritas en el diario de Myra, donde se contaban hasta los más atroces detalles.

Cabe destacar que durante las investigaciones, Maureen se mantuvo tranquila y poco expresiva al hecho que enfrentaba su hermana, misma que fue arrestada junto con Ian.

Esa misma noche, sin mayor culpa, Ian confesó cada uno de sus crímenes y dejó muy en claro que no se arrepentía de ninguno de ellos.

Más de seis asesinatos fueron relatados entre risas e ironías, provocando que el 21 de abril de 1966 se llevara a cabo el juicio contra la pareja.

En éste, el veredicto se emitió en contra de Myra e Ian, y entre los testigos se pudo avistar a Maureen y David, quienes camino a la audiencia fueron captados en un automóvil donde se les tomó la siguiente fotografía:



Una imagen con el toque clásico de la época que encierra un dejo de misterio y soberbia, los cuales nos hacen pensar en mil versiones sobre su origen, pero todas ellas muy alejadas de la verdadera.

Partiendo de la fotografía, nos dirigimos a la ilustración original: la portada de la que estamos hablando y obra de Raymond Pettibon.

En ella, agregando información, podemos leer un texto que no tiene nada que ver con la historia y del que no se han dado explicaciones.

Algunas de las versiones más creativas hechas a raíz de la ilustración de Sonic Youth las agregamos a continuación, siendo en su mayoría representaciones de la cultura pop y un regalo de la música a la creatividad.

Nos leemos el siguiente martes con otra interesante historia. Disfrútenlas.


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