Entrevista con La Dispute
- Lilith Jaime

- hace 15 minutos
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Parte del mundo sonoro de las narrativas conceptuales, sin duda, lo tiene La Dispute. A través de una voz particularmente emocional y desgarrante acompañada de guitarras disonantes y catárticas, es que logran consolidarse como una de las bandas que afrontan la verdad de la humanidad de frente, sin intentarse negarse a ellos mismos. La técnica de spoken word que implementan mayoritariamente en su música hace que su audiencia genere una conexión profunda con sus letras.
Después de haber consolidado 8 álbumes de estudio, la banda estadounidense está de regreso este 2025 con su disco ‘No One Was Driving The Car’. Un material que explora aspectos de la humanidad recientes. Tuvimos la oportunidad de charlar con Jordan Dreyer –vocalista– acerca de su más reciente trabajo, la autonomía de la agrupación al crearlo, lo que lo motivó a escribir sobre temas incomodos pero relevantes y su opinión sobre el género emo.
Hola, Jordan. Gracias por estar con nosotros hoy. Antes de adentrarnos a su nuevo material, me gustaría preguntarte algo sobre tus trabajos anteriores, si eso está bien. En el álbum ‘Wildlife’ (2011), ¿hay alguna conexión entre las canciones “a Departure”, “a Letter”, “a Poem” y “a Broken Jar”?
JD: ¡Claro! El disco ‘Wildlife’ está estructurado como una colección de relatos cortos. Así es como se lo presenté a mis compañeros de banda y también fue la forma en que creamos el álbum en sí. Las canciones que comienzan con la letra “A” están pensadas como anotaciones extendidas de la persona responsable de escribir las demás canciones del disco —las historias—, aquellas que narran algo más allá de su propia experiencia o que se relacionan con su vida de alguna manera. Esas canciones funcionan, básicamente, como el monólogo interno de una persona sola en una habitación, leyendo las pruebas de un libro de cuentos. Fue así como lo puse. Y todas están conectadas en la manera en que se presentan. Por eso todas llevan una “A”, una especie de carta de despedida, y así sucesivamente. Así que esas piezas están muy entrelazadas entre sí.
Gracias por responder una pregunta del pasado. Ahora, vayamos con ‘No One Was Driving The Car’. En esta entrega tomaron por completo el control de su álbum. ¿Esto fue una decisión creativa de parte de todos en la banda o cómo llegaron a esto?
JD: Sí, por todos nosotros colectivamente. Creo que cada relación laboral que hemos tenido en las etapas más recientes de la banda —al menos desde ‘Wildlife’ en adelante— ha sido extremadamente fructífera. Y esos discos, en cierto modo, son lo que son gracias a las personas que trabajaron con nosotros en ellos. Aun así, casi siempre hemos sido muy deliberados respecto a los proyectos grandes, aunque realmente con cualquier cosa que emprendamos juntos. Hemos sido muy cuidadosos en asegurarnos de que las relaciones que tenemos estén al servicio de lo que queremos lograr en última instancia. En ese sentido, siempre hemos estado preparados para hacer las cosas completamente solos, los cinco. Y tiene sentido que, en esta etapa de la banda, con las habilidades que hemos desarrollado a lo largo de los años, la experiencia que tenemos como músicos y la forma en que trabajamos juntos, hayamos querido ser totalmente responsables del resultado final. Creo que eso es una gran parte de por qué el disco es lo que es.
Incluso si tienes una relación muy cómoda con alguien con quien estás grabando, es difícil replicar el nivel de confianza que sientes con las cuatro personas con las que has trabajado tan de cerca, con las que has viajado y que son como tu familia. Hay algo que decir sobre ese nivel de naturalidad cuando intentas algo nuevo o fuera de lo común. Es decir, no te preocupa si las cosas no salen bien a la primera, porque sabes que las personas al otro lado, en la sala de control, confían en ti y son capaces de ver tu visión y animarte a seguir adelante pese a las dudas para lograrlo. Y creo que todos sentimos eso —quizá yo especialmente— al probar cosas distintas y no siempre llegar al resultado que buscaba desde el principio. Fue de gran ayuda saber que tenía a Chad, a Brad, a Adam o a Corey —o a los cuatro— del otro lado, diciéndome que siguiera intentándolo y que no dudara de cómo podría percibirse, porque sé que ellos confían en lo que hago del mismo modo en que yo confío en lo que ellos hacen.
Tomando en cuenta lo que dices, ¿crees que este álbum es la expresión más pura de la banda? ¿O creen que pueden ir más lejos en sus siguientes proyectos?
JD: Sí, creo que cada experiencia que hemos tenido escribiendo ha sido auténtica respecto a quiénes éramos en ese momento y a lo que estábamos viviendo entonces. Pienso que hay una especie de imprudencia o desenfado cuando eres joven y empiezas a escribir música, porque hay menos ruido a tu alrededor. Sólo existe el impulso de crear, de estar en una banda porque es divertido y porque te ayuda a procesar lo que estás experimentando a esa edad. Por eso hay una pureza en un disco como ‘Wildlife’, porque estábamos completamente entusiasmados por hacerlo, sin ninguna consideración externa. Esa pureza se va perdiendo un poco conforme creces y dependes más de lo que haces para vivir. Pero volver a este nuevo disco, después de no poder estar juntos en la misma habitación durante los tres años de la cuarentena por COVID, cuando no sabíamos si podríamos seguir adelante, nos hizo regresar a un punto parecido al de cuando escribimos ‘Wildlife’ o ‘Rooms of the House’. Ese momento en el que lo único que sentíamos era emoción por poder hacerlo otra vez.
Nos dimos cuenta de lo importante que es para nosotros, como personas, hacer esto juntos después de tanto tiempo, y en ese sentido fue como reiniciar todo. También renovó en nosotros una sensación de entusiasmo y el deseo de continuar. Entonces, creo que aprendimos mucho durante este proceso, cosas que nos acompañarán de aquí en adelante, y todos estamos emocionados por volver a hacer música —algo que normalmente toma un poco de tiempo—, así que, ocurra lo que ocurra después, creo que verán una versión similar de nosotros, pero con más herramientas, más experiencia y, supongo, un poco más de sabiduría. Creo que ahora podemos hacer aún más.

Tal como lo comentaste, durante estos años han pasaron muchas cosas en el mundo, entre ellas el COVID, guerras y avances tecnológicos que, si bien son grandiosos, no siempre nos benefician como humanidad. De hecho, ‘No One Was Driving The Car’ toma el nombre de un accidente automovilístico de un coche automatizado, y en general, su álbum toca temas sobre el caos existencia con respecto a lo incierto y las repercusiones la tecnología. ¿Cuándo te diste cuenta de que querías escribir sobre todo esto?
JD: Al menos de mi parte, nuestros discos suelen comenzar con una idea, con un concepto general y una colección de historias que me interesa contar y que, por alguna razón, conectan conmigo. Así que, cuando terminamos un álbum y dejamos ir ese proyecto, eventualmente, el proceso vuelve a comenzar. Paso mucho tiempo recolectando observaciones de manera pasiva, sin forzarlo demasiado. Y, con el tiempo, empiezas a notar un hilo conductor entre todas esas cosas que se quedan dando vueltas en mi cabeza, a las que regreso una y otra vez. En este caso, era mucho de lo que mencionas: la incertidumbre, la volatilidad de la vida, las preguntas sobre el control —o la falta de él—, y las formas en que las personas intentan encontrar una explicación más allá de sí mismas para entender por qué las cosas son como son o por qué su vida ha tomado cierto rumbo. Creo que es un proceso profundamente humano.
Es difícil mirar el mundo y no sentir un tipo de error existencial, especialmente, con el clima político actual, el ambiente social, y el impacto que ha tenido en nosotros el tener acceso constante a una computadora de alta velocidad en nuestro bolsillo que ha afectado nuestra capacidad de atención, nuestra forma de vivir. Y la manera colectiva en la que todos hemos aceptado eso, creyendo que mejora nuestra experiencia en el mundo. No sé, además está el tema del clima, siempre presente, como una sombra al fondo de todo. Creo que sentí todo eso de una forma muy intensa, y cuanto más iba reuniendo historias, más entendía que esa era la razón detrás de todo, y más necesario se sentía hablar de ello.
Lo que me gustó mucho de este material y su temática fue que sacaron un documental de todas estas historias que comentas a través de canciones. Creo que fue un formato muy acertado, sin embargo, ¿de dónde vino esta idea?
JD: Creo que eso viene de dos lugares distintos. Por un lado, era algo importante para nosotros. Tener un registro, un documento archivado de la banda y de toda esta experiencia, para nosotros mismos, era significativo. Y creo que ese fue un factor de motivación. Por otro lado, desde el inicio de la banda siempre hemos intentado reflejar, en lo que hacemos, aquello con lo que disfrutamos involucrarnos a nivel artístico. Nuestros discos son bastante densos, y el proceso a través del cual llegan a existir a veces es bastante complejo. Las personas que realmente conectan con nuestra música —las que se quedan, las que siguen interesadas y leales incluso después de largos periodos de inactividad— son personas que profundizan más en la banda y que quieren vivir la experiencia completa. Así que creo que hay un componente de ofrecerles la oportunidad de explorar más, de tener un contexto más amplio de lo que hacemos, si así lo desean.
Creo que el documental fue una forma de darles una mirada detrás del telón, de permitirles comprender el disco de un modo que quizás no podrían hacerlo de otra manera. Y, en general, simplemente nos gusta que nuestra banda sea una experiencia completa para quienes invierten su tiempo en ella. Así que, tal vez, más que nada, el documental fue una especie de agradecimiento hacia ellos.
Tengo una pregunta más para cerrar nuestra entrevista. Es una divertida. Seguramente lo sabes, pero muchas personas nombran tu música en la categoría de “emo”. Si es que estás de acuerdo, entonces, cuéntanos ¿qué se siente ser emo en esta actualidad?
JD: ¿Sabes? No creo que nos veamos a nosotros mismos como una banda emo, lo cual no es una crítica hacia el género, porque mucho de lo que escuchamos podría clasificarse, de alguna manera, como versiones del emo. Creo que la gente nos llama así porque el término se ha convertido en una especie de paraguas para todo lo que aborda de frente las emociones, el trauma y los procesos personales. Y creo que eso sí es una gran parte de lo que somos como banda. Me parecía interesante, sobre todo en los primeros años, que fuera casi un error social que las bandas mostraran sus sentimientos abiertamente o hablaran sobre temas como la vida, la muerte, el amor y todos esos grandes sustantivos abstractos. Pero hoy en día, ese tipo de apertura emocional se ve más que nunca en otros géneros, sobre todo en el pop o el hip-hop, y creo que eso responde a una necesidad real. Demasiado a menudo elegimos no enfrentarnos a los aspectos difíciles de nuestra vida, cuando la realidad es que cada día implica tratar de darle sentido al mundo y convivir con las contradicciones de estar vivos. Y pienso que no es productivo negarse esa experiencia.







